MEDITACIONES

de     P. F.

Los jueces, Jefté y su violencia contra sus hermanos  *


Jueces 12:1–24*

“Entonces se reunieron los varones de Efraín, y pasaron hacia el norte, y dijeron a Jefté: ¿Por qué fuiste a hacer guerra contra los hijos de Amón, y no nos llamaste para que fuéramos contigo?  Nosotros quemaremos tu casa contigo”.

¿Cómo es posible que tales palabras pasaran entre miembros de la familia y pueblo de Dios?  ¿Dudamos que un espíritu de celo o envidia se encuentre aquí en los varones de Efraín?  Pero, ¿Cuál es la respuesta adecuada a tal arrogancia y soberbia?  Leemos en Santiago 5:9-10 “Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta.  Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor”.  Y en Judas leemos “Y recibid á los unos en piedad, discerniendo: Mas haced salvos á los otros por temor, arrebatándolos del fuego; aborreciendo aun la ropa que es contaminada de la carne”.  Cito la versión vieja porque añada la palabra importante “discerniendo”.  Lo que va adelante en la versión 1960 así se lee “Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al Espíritu.  Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna”.

Mi punto en todo esto es que Jefté no hizo diferencia; no discernía entre sus hermanos de Efraín y los amonitas; los trataba con igual ferocidad.  “Entonces reunió Jefté a todos los varones de Galaad, y peleó contra Efraín”.  ¿Esta bien esta actitud?  Yo digo que no.  Como vimos la semana pasada, no hay duda que los varones de Efraín estaban mal.  Había un espíritu de envidia y soberbia que no habían juzgado, que Gedeón veía pero tomaba el lugar de humildad y les ganaba.  Era una desgracia que no aprendiesen su lección de ver el espíritu de mansedumbre en Gedeón, que no quiso ser líder o príncipe sobre Israel, pues cuando se llevaban igual con Jefté encontraron otro espíritu.  “Y los galaaditas tomaron los vados del Jordán a los de Efraín; y aconteció que cuando decían los fugitivos de Efraín: Quiero pasar, los de Galaad les preguntaban: ¿Eres tú efrateo?  Si él respondía: No, entonces le decían: Ahora, pues, di Shibolet.  Y él decía Sibolet; porque no podía pronunciarlo correctamente.  Entonces le echaban mano, y le degollaban junto a los vados del Jordán.  Y murieron entonces de los de Efraín cuarenta y dos mil”.

¿Mató a cuarenta y dos mil de sus hermanos?  ¿Se justificaba en eso?  Sí, yo creo que sí pero no creo que Jehová le justificaba ni le agradaba lo que hizo.  Pero el hombre quien es capaz de matar a su propia hija y ofrecerla en holocausto también es capaz de matar a sus hermanos porque no pronuncian bien una palabra Shibolet.  O hermanos, ¿podemos ver la lección en esta historia?  Para no ponerlo en palabras que se puede equivocar, ¿son iguales los testigos de Jehová a los bautistas?  Acaso digamos “pues, los dos no tienen la sana doctrina”.  Cierto es, pero no son iguales.  Podemos decir de los testigos de Jehová “que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal”. Filipenses 3:18-19  Pero de los que son nuestros hermanos en Cristo, aunque estén esparcidos en la confusión del cristianismo, en doctrinas a veces erróneas acerca de la práctica de adoración y la mesa del Señor, no los tratamos igual; Así veo tan importante la escritura “Y recibid á los unos en piedad, discerniendo …”

Les voy a contar una historia que puede hacer la cosa clara.  Conozco un hermano que solo se trataba con sus hijos cuando andaban en la sana doctrina, congregándose al nombre del Señor.  Tiene una hija soltera, que se sentía sola y no encontraba un compañero idóneo entre los hermanos congregados al nombre del Señor.  Ella, por querer casarse, salió de entre los hermanos y se congregaba en otra iglesia.  No sé si ella ni se confesaba sus motivos a si mismo pero a nosotros, yo y mi esposa que la habíamos ayudado con su educación, así lo veíamos.  Sus padres después de su partida de la mesa del Señor la trababan con algo de indiferencia.  Cuando llegaba a visitarlos en su pueblo, la desanimaban que fuera a la asamblea solo para asistir, no para partir pan pues ya no se congregaba.  Para mí, hacer tales cosas es semejante al espíritu de Jefté.  Yo no dudo que en sus corazones estos padres, como Jefté, piensan que están siendo muy fieles a la verdad como se encuentra en la Biblia.  Pero yo digo que están mal, como veo que Jefté no hizo bien obligando a sus hermanos de Efraín pronunciar bien la palabra “Shibolet” y cuando no podía, los mataba.

Mi esposa me ha contado que la hermana no está muy contenta con su decisión por haber visto la tolerancia de mal testimonios entre los que se reúnen en la iglesia donde asiste.  Oramos que ella busque primero la obediencia a la palabra de Dios.  (Tampoco ha encontrado marido.)  Pero seguimos tratándola con bondad y amor porque vemos que es hija de Dios y ama al Señor Jesucristo.  Ojala que mis lectores no piensen que yo estoy sugiriendo que abrasemos a todo creyente en el Señor, aunque ande con doctrinas equivocadas y en comunión con los que toleran la maldad.  Pero si estoy diciendo que discernamos.  Los amonitas y los varones de Efraín no eran iguales aunque ambos andaban mal.  Los unos eran “enemigos de la cruz de Cristo” (por decirlo así) y los otros eran hermanos con mala actitud y mal espíritu, pero hermanos de todos modos.  El remedio para Efraín pudiera haber sido diferente que la matanza que hizo Jefté.  Recordemos las palabras de Santiago “he aquí, el juez está delante de la puerta” y de Judas “conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna”.

FELIPE FOURNIER
20 mayo de 2018